Tuesday, March 06, 2007

Siempre se puede volver atrás

“Has recorrido un largo camino, muchacha”, decía una propaganda que se convirtió, casi, en el slogan del progreso de las mujeres en el siglo XX. Pero ese camino, sin embargo, no es tan lineal como parece. Por el contrario, en la actualidad, hay varios signos de pasos para atrás: la embestida contra el derecho al aborto en Estados Unidos, el recorte a las campañas de prevención del sida que no proclaman la castidad, la radicalización de los sectores islámicos más conservadores, los fallos que vuelven a ensombrecer –y, por ende, a legitimar– el abuso sexual contra niños y niñas y la imposibilidad, en la Argentina, de aprobar una herramienta jurídica fundamental para pelear por la igualdad: el Protocolo de la Cedaw.

Los signos de retrocesos no llegan a opacar los avances. Pero las deudas pendientes y las conquistas desconquistadas –en derechos reproductivos, sociales y políticos– son necesarias de visualizar para alertar sobre el peligro de perder cada vez más por creer que ya no hay nada que ganar.

“Si algo pone en evidencia la historia de las mujeres es que se está lejos de cualquier ‘ley progresiva’: hay avances y retrocesos”, señala Dora Barrancos, Directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA e Investigadora del Conicet. Por su parte, Susana Gamba, presidenta de la fundación Agenda de las Mujeres, directora del portal www.agendadelasmujeres.org y ex presidenta del Consejo Municipal de la Mujer de Río Ceballos (al cual acaba de renunciar por no tener ni presupuesto ni espacio para funcionar en una muestra del desinterés estatal por las políticas de género) enmarca: “Aunque no nos guste, suele suceder que luego de avances importantes haya reacciones y retrocesos. Pero es muy importante estar alertas. Hay muchos temas pendientes y, no obstante, se intenta impregnar el imaginario social con el discurso de que las mujeres ya hemos conseguido demasiado”.

Por eso, Barrancos propone no quedarse con los brazos cruzados ante el asomo de quienes ven en la libertad femenina el fantasma moderno. “Hay que estar muy alertas en materia de los derechos ganados mientras avanzamos en la procura de los tantos que nos faltan”, resalta la historiadora y describe: “En relación a los derechos cívicos ya no nos basta el cupo, debemos obtener la paridad. Y en cuanto a los derechos sexuales, la accesibilidad al aborto ya no puede aguardar”. Sin embargo aguarda o, aun peor, se degrada, como en Estados Unidos.

Estados Unidos: STOP al aborto

En Estados Unidos el aborto es legal. ¿En Estados Unidos el aborto es legal? De la mano del ultraconservador George Bush los grupos pro-vida vienen minando las posibilidades de las mujeres norteamericanas de realizarse una interrupción voluntaria del embarazo. Tanto, que en los últimos diez años se aprobaron –en los parlamentos de los distintos estados– más de cuatrocientas leyes que limitan el acceso al aborto. En Dakota del Sur, por ejemplo, a partir de julio ese derecho quedará limitado a su mínima expresión ya que únicamente estará autorizado en caso de que corra peligro la vida de la madre.

El Instituto Guttmacher señala que el aborto es sólo practicable en el 13 por ciento de los condados de Estados Unidos. Pero hasta el cruce de fronteras –para llegar a las zonas liberadas– podría terminarse con piquetes ultraconservadores. William Baude escribió en The New York Times: “Si los Estados pueden determinar que la vida comienza con la concepción, también pueden llegar a usar leyes de custodia que frenen los movimientos de mujeres embarazadas”. Pero esto no es todo.

Se especula con que la Corte Suprema norteamericana –donde Bush ya sentó a dos jueces de su gusto– podría sentenciar en contra del derecho al aborto consagrado a partir del caso “Roe versus Wade”. Pero el problema también es Roe, el nombre ficticio de Norma Mc Corvey, que en 1973 tenía 21 años, era soltera, pobre, maltratada y con adicción a las drogas, ya había dado dos hijos en adopción y que pidió abortar (algo que finalmente no hizo y dio a su tercer hijo también en guarda) sin ser condenada a prisión. El Tribunal Supremo le dio la razón y la historia legal de Estados Unidos cambió. Aunque Roe pasó de adicta a conversa –igual que Bush jr– y del paradigma de la jurisprudencia liberal a católica ferviente y militante del grupo “Roe nunca más”.

Otra nueva polémica es el cuestionamiento a la pelea feminista contra los abortos selectivos (de mujeres) en países como la India y la defensa de la interrupción del embarazo cuando no es por una cuestión de discriminación de género. ¿Por qué si está mal terminar con la vida de un feto femenino no estaría mal hacerlo con uno de cualquier sexo en Europa? es la pregunta que se formula en un artículo de The Independent.

Sexo prohibido y sida en crecimiento

El gobierno de Bush dispone de 15 mil millones de dólares para la lucha internacional contra el sida (especialmente en países de Africa), pero igual que el FMI daba créditos a cambio de imponer políticas económicas (como las privatizaciones), el Gobierno norteamericano da plata sólo si los países se comprometen a basar sus campañas en la fidelidad, la castidad y el retraso de las relaciones sexuales. ¿El preservativo? Ni hablar.

Cecilia Correa, integrante de Fundación Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM) y de la Rednac (de los derechos de los y las adolescentes) puntualiza: “La política de Bush impactó en la no continuidad o cierre de programas que financiaba Estados Unidos y, por ende, imposibilitó el acceso a información y/o atención del VIH/SIDA, a métodos anticonceptivos y preservativos a poblaciones carecientes. Esto niega el derecho de todas las personas a elegir, decidir y ejercer su sexualidad de manera placentera pero responsable”.

Mabel Bianco, médica y presidenta de FEIM, denuncia: “La política de apoyo a programas de sólo abstinencia hasta el matrimonio para adolescentes y jóvenes dentro y fuera de EE.UU. está produciendo graves impactos. A esto se agregó que en naciones como Uganda el gobierno dejó de distribuir gratuitamente preservativos porque los debe importar, mientras que antes los recibía en forma de donaciones”.

¿Qué hacer frente a este genocidio antipreservativo? Bianco propone: “Es difícil decir qué hacer cuando se trata de un país tan poderoso y que afecta por su acción directa y por el efecto de imitación que produce en otros donantes. Sí es clara la necesidad de promover estudios que evalúen el impacto de esta política, demandarlos a través de organismos de derechos humanos, promover que los otros países desarrollados amplíen sus fondos para estos programas y plantear la denuncia en Naciones Unidas, el 31 de mayo, con motivo de la evaluación que se va a realizar a cinco años del Compromiso frente al VIH asumido en 2001”.

La invasion a Irak y el encierro femenino

En 1979 las mujeres eran médicas y manejaban autos en Afganistán. Después de los talibanes (apoyados por Estados Unidos para terminar con la invasión soviética) ninguna mujer podía ser médica, y ni siquiera atenderse con un médico. Hoy es una excentricidad que haya una conductora de televisión. Este es sólo un ejemplo de cómo el rechazo a Occidente y el crecimiento de los grupos más conservadores dentro del mundo musulmán están imponiendo mayores restricciones a las mujeres.

Esto es lo que pasó, por diferentes motivos, en Irak, después de la invasión norteamericana, donde las mujeres –acostumbradas a una sociedad laica– perdieron derechos por los efectos de la guerra (encierro en sus casas por la inseguridad, violaciones masivas, secuestros, etc.) y por el recrudecimiento de la religiosidad más ortodoxa. “La actual falta de seguridad obligó a muchas mujeres a abandonar la vida pública y constituye un gran obstáculo para el avance de sus derechos”, denuncia un informe de Amnesty Internacional sobre el retroceso en un país clave para el mundo islámico.

Abuso sexual: volviendo a levantar la alfombra

El backlash es una reacción adversa a un movimiento social o político y una respuesta negativa a un paso adelante positivo y constructivo. Desde el regreso de la democracia, en la Argentina se empezó a hablar y legislar sobre violencia familiar y abuso sexual contra los chicos. Pero sacar los tabúes y prejuicios debajo de la alfombra de la institución familiar tiene sus costos. Mucho más si no son sólo los pobres, los golpeadores y violadores. Después de la difusión de casos de abusos en las “mejores” familias, los “mejores” colegios y los “mejores” seminarios religiosos, hay quienes pretenden volver a barrer con el tema. ¿Cómo? Con amenazas telefónicas a psicólogos o trabajadores sociales, seminarios o artículos descalificativos hacia los denunciantes de violencia familiar o teorías que vuelven a priorizar la revinculación familiar aun entre un hijo abusado y un padre abusivo.

Por eso, un gran número de abogados, psicólogos y trabajadores sociales ya denunciaron –en el 2000– una campaña en contra de los avances para considerar la violencia familiar un delito. “En nuestro país el backlash dirigió sus críticas a los psicoterapeutas y trabajadores sociales de los equipos dedicados a abordar la violencia familiar en sus distintas formas, a los abogados defensores de las víctimas, a los operadores judiciales sensibilizados. Y, sin duda, el tema que más reacción despertó entre las distintas categorías de maltrato infantil fue el abuso sexual intrafamiliar. La puesta en duda del relato del niño, la necesidad de interrumpir vínculos familiares de riesgo, la exigencia de recurrir al sistema judicial en busca de protección y regulación hicieron que los cuestionamientos del backlash decantaran en una serie de consecuencias que podrían llegar a constituir una inquietante vuelta atrás en la comprensión e intervención de las situaciones de maltrato infantil, especialmente las que tienen que ver con el abuso sexual”, alerta Alicia Ganduglia, psicóloga del Programa de Asistencia al Maltrato Infantil de la Dirección de la Mujer de la Ciudad de Buenos Aires en el artículo “El backlash: un nuevo factor de riesgo”.

Los derechos humanos de las mujeres (argentinas) pueden esperar

El Protocolo Facultativo a la Cedaw (por sus siglas en inglés) es una herramienta jurídica imprescindible para luchar legalmente por la igualdad de las mujeres, en casos de disparidad salarial o violencia de género, entre otros ejemplos. Sin embargo, el Senado sigue mirando al costado. “La falta de aprobación y ratificación por Argentina es un indicador preocupante respecto del grado de importancia que los derechos humanos de las mujeres reciben en el país. Argentina ha ratificado la práctica totalidad de tratados de derechos humanos de Naciones Unidas y la OEA, sin que haya ninguna razón objetiva y razonable para que no haga lo mismo con este tratado. Sin embargo hace años que esperamos su aprobación. Eso es un mal síntoma por cuanto revela un estándar inferior de compromiso con los derechos de las mujeres, quienes, dicho sea de paso, constituimos más de la mitad de la población argentina”, critica Soledad García Muñoz, Coordinadora del Area Género y Derechos de las Mujeres del Instituto de Derechos Humanos de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. Para la política argentina, las mujeres pueden esperar. Soledad García Muñoz especifica: “Existen varios proyectos en el Senado tendientes a la aprobación del Protocolo, así como un mensaje presidencial que insta a su apoyo de manera incondicional. Sin embargo, en lo que va del año parlamentario aún no se han dado pasos decisivos en esa dirección. Mientras que existe una preocupante e injustificada campaña en contra de la aprobación de este Protocolo, proveniente de algunos grupos y autoridades religiosas que –tememos– está acentuando este estado de cosas, a la vez que el movimiento de mujeres y derechos humanos sigue insistiendo en la necesidad de una urgente e incondicional aprobación del Protocolo Facultativo Cedaw”.

Un recuento de todo lo que falta –o todo lo que puede llegar a faltar– es imprescindible para no conformarse sólo con lo que ya está. Muchacha: todavía resta recorrer un largo camino.

Luciana Peker
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