Tuesday, March 06, 2007

La química del amor

Elegir pareja es la decisión más crucial de nuestras vidas. Gastamos una cantidad enorme de tiempo y de energía tratando de hallar a ese alguien especial. Nuestro apetito por relacionarnos alimenta una industria billonaria de servicios de búsqueda de parejas, avisos de corazones solitarios o citas online.

Aun así, generalmente no resultamos satisfechos. Una encuesta realizada el año pasado entre más de 900 personas que usaban servicios de citas online mostró que el 75% no encontró lo que estaba buscando. Pareciera que aún estamos entre tinieblas sobre cómo hallar a nuestra pareja perfecta.

Como científico que estudio el comportamiento humano en la Universidad de California, no me sorprende la naturaleza misteriosa que se esconde detrás de cómo elegimos pareja: es un proceso altamente complejo. Sólo somos conscientes de una parte; el resto es inherentemente impredecible u opera fuera de nuestra conciencia, lo que hace que parezca que el amor es una química inefable.

Empecemos por la parte consciente. Existen algunas cosas que encontramos atractivas. Los hombres tienden a desear a aquellas mujeres con características que sugieran juventud y fertilidad, lo que incluye una ajustada relación cintura-cadera, labios carnosos y rasgos faciales suaves. Estudios recientes confirman que las mujeres tienen gran preferencia por la belleza masculina viril, de cuerpos firmes, amplios hombros, buena piel y rasgos faciales masculinos, todo lo cual puede indicar potencia sexual y buenos genes.

También sabemos que las mujeres se ven atraídas por los hombres con apariencia de ser ricos o que tengan la habilidad de adquirir riqueza, y que tanto hombres como mujeres valoran mucho la inteligencia de la pareja.

Las preferencias por estas cualidades -belleza, cerebro y recursos- son universales. Los George Clooney y las Angelina Jolie del mundo son símbolos sexuales por predecibles razones biológicas.

La evolución del amor

Por supuesto: no todos nos enamoramos de superparejas como éstas. Una persona promedio que lo hiciera no iría a ninguna parte porque las superparejas son inaccesibles para todos excepto unos pocos.

Esta posiblemente sea, en parte, la razón por la cual el amor evolucionó: para unirnos para tener niños, pero también para ayudarnos a elegir de manera que no perdamos tiempo y energía enamorándonos de alguien inalcanzable. La gente, en cambio, tiende a enamorarse de alguien que, en atracción, inteligencia y status, es similar a ella.

Eso, en cuanto a las apariencias. ¿Qué pasa con los elementos de atracción menos evidentes? Un fascinante trabajo sobre genética y elección de pareja ha demostrado que cada uno de nosotros se ve atraído por personas que poseen un particular conjunto de genes, conocido como principal complejo de histocompatibilidad, que tiene un papel crucial en nuestra capacidad para combatir las enfermedades.

Las parejas que tienen diferentes complejos de histocompatibilidad producen retoños más sanos y con mejores sistemas inmunológicos. Y la evidencia muestra que estamos inclinados a elegir personas que se nos acomoden en este aspecto: las parejas tienden a tener complejos de histocompatibilidad mucho más diferentes que si se hubieran unido por casualidad.

¿Cómo se encuentra la gente que es diferente en su complejo de histocompatibilidad? Esto no se comprende totalmente, pero sabemos que el olor es un factor importante. La gente parece literalmente elegir a su pareja por el olor. En algunos estudios, las personas tendieron a elegir como más atractivas las remeras usadas por otros que tienen un complejo genético diferente. De esto sólo se trata la "química" sexual.

El mensaje aquí es éste: "Confíe en sus instintos", pero hay una excepción alarmante. Es el caso de las mujeres que toman anticonceptivos. Con ellas sucede lo contrario. Prefieren hombres que tienen genes similares a los propios.

Así, las mujeres que las toman tienen el riesgo de elegir a un compañero que no sea genéticamente adecuado (mejor, primero sentirle el olor y luego tomar la pastilla). Este es un buen ejemplo de cómo la atracción química puede depender de las circunstancias.

Otro ejemplo: la atracción puede fluctuar a lo largo del ciclo menstrual. Los hombres evalúan los aromas de las mujeres como más atractivos cuando éstas están cerca de la ovulación y en nuestros estudios de la Universidad de California en Los Angeles, hemos visto que los hombres están más afectivos con sus compañeras a medida que la ovulación se acerca.

Las preferencias de las mujeres por ciertos aromas masculinos y otras características de los hombres cambian a lo largo del ciclo. Cerca de la ovulación, prefieren los rasgos masculinos; en otras fases de su ciclo, prefieren menos sexualidad y más estabilidad. Todo esto sugiere que el camino hacia el amor es algo casual, particularmente en las mujeres.

El tener sexo puede también complicar el camino hacia un posible compañero. Luego de tener sexo, el cerebro libera oxitocina, lo que brinda un sentimiento sociable de amor y la creación de lazos sociales que facilitan la búsqueda de un hijo. Cuidado: el sexo por capricho puede llevar a sentimientos de amor por una persona que es completamente errada para uno.

Un enigma

Por supuesto que el sexo no es amor. Para los científicos, el amor es un enigma: si estrictamente hablando el deseo sexual tiene en cuenta la reproducción, ¿entonces cuál podría ser el propósito del amor, especialmente cuando nos hace creer que hemos encontrado a nuestra verdadera "alma gemela" en un mundo lleno de miles de millones de alternativas?

¿Cómo les hubiera servido a nuestros ancestros semejante conducta? Una posibilidad es que los sentimientos de amor actúen como un "freno" que termina con nuestra búsqueda de otro compañero, aunque sea temporalmente, de manera que nos limitamos a una persona y nos ocupamos de la tarea de estar en pareja.

Pero esto también nos propone otra pregunta: si los caminos del amor son tan variados y causales, ¿por qué nos decidimos por una persona en particular? Resulta ahora que el problema de la elección con incertidumbre puede ser descripta matemáticamente.

Los psicólogos evolutivos Peter Todd de la Universidad de Indiana, en Bloomington y Geoffrey Miller de la Universidad de Nuevo México utilizaron una estimulación computarizada para determinar cómo una persona podía elegir mejor, dado un número de potenciales parejas. La organizaron de manera que la persona primero calculara un número de opciones antes de decidir qué era lo mejor a lo que podía aspirar en términos de atracción y luego fuera a la siguiente persona que encontrara y que se ajustara a sus aspiraciones.

Los investigadores descubrieron que la proporción óptima de posibles parejas para examinar antes de establecer sus aspiraciones y realizar su elección es sólo del 9%. Entonces, de un grupo de 100 parejas posibles es mejor estudiar sólo las primeras nueve que se encuentren al azar antes de elegir.

Si se examinan menos, no se tiene información suficiente para realizar una buena elección, y al hacerlo por demás se puede dejar pasar la mejor posibilidad. Sin duda, los modelos presentados subestiman la complejidad real de la elección de pareja, pero la visión fundamental está clara: no busque indefinidamente antes de hacer su elección, por no perderse todas las posibilidades o para no quedarse, a la vez, sin tiempo.

De quién nos enamoramos está determinado por una mezcla de factores, de algunos de los cuales somos conscientes; otros los experimentamos indirectamente. La casualidad puede desempeñar un papel decisivo, especialmente si encontramos a alguien luego de haber establecido nuestras aspiraciones o en algún momento particular de nuestro ciclo hormonal. Puede existir ese ser especial allá afuera, pero no necesariamente tiene que ser el único.

Martie G. Haselton
New Scientist

No comments: