Tuesday, March 06, 2007

El saber ocupa lugar

Parecía una sana competencia, aunque había desde el vamos un gesto transgresor. ¿De qué otro modo llamar a un proyecto que quería comparar a la célebre Encyclopaedia Britannica, fundada en 1768, con una enciclopedia on line nacida hace apenas cuatro años, y cuya base de datos proviene de usuarios anónimos? Todo terminó del peor modo, porque los resultados sorprendieron: al fin y al cabo, no hay tantas diferencias entre ambas. Según el estudio, ambas padecen de errores e inexactitudes, y en un número que no las separa tanto.

En diciembre del año pasado, la reputada publicación londinense Nature publicó los resultados del polémico estudio comparativo: unos cincuenta especialistas analizaron 42 entradas de las enciclopedias Britannica y Wikipedia: la Britannica, concluyeron los especialistas, contiene 123 errores e imprecisiones; Wikipedia, la enciclopedia on line, 162. La diferencia, estadísticamente, es mínima, teniendo en cuenta la juventud de Wikipedia y los márgenes con los que cuenta para mejorar.

Recién hace dos semanas, con ira e indignación, la Britannica, que hoy forma parte de un holding con base en Luxemburgo, respondió al estudio con cartas abiertas enviadas al New York Times y al Times de Londres. Acusan a Nature de todo, desde pequeños celos y mezquindades hasta que primaron intereses corporativos: “Recientemente, la revista Nature publicó un estudio de enciclopedias on line. Estaba mal desde el comienzo al fin, y por medio del análisis de la evidencia que emprendieron nuestros editores y colaboradores externos, ofrecemos una explicación de por qué el estudio es inválido: por qué debe realizarse nuevamente”. La argumentada defensa, de unas veinte prolijas páginas, puede leerse gratuitamente en el site de la enciclopedia, www.britannica.com.

MUCHAS VOCES

Wikipedia nació hace cuatro años en California y se presenta como una enciclopedia on line, multilingüe y, sobre todo, “libre, en la que todos pueden colaborar”. Miles de usuarios anónimos lo hacen y su consulta es gratuita (la versión on line de Britannica cuesta alrededor de 70 dólares al año). Justamente, la colaboración libre y anárquica que fomenta Wikipedia –lo que en otro contexto el filósofo alemán Jürgen Habermas llama “una comunicación libre de dominación”– ha promovido serias dudas acerca de su propia confiabilidad. El año pasado, un asistente de Bob Kennedy en el Ministerio de Justicia en Washington, descubrió que en su biografía on line aparecía incriminado en los asesinatos de Bob y John Kennedy, seguramente merced al humor malediciente de un actual rival político. Se descubrieron más casos de “vandalismo” on line en Wikipedia, héroes de guerra que no lo fueron, políticos que aparecen como “liberales” o “activistas universitarios”, categorías comprometedoras para un demócrata o un republicano, respectivamente.

¿Pero cuáles fueron las entradas, los artículos enciclopédicos que generaron tantos errores? Sólo alguien con elevados estándares de puntillosidad podrá decir que han sido cosa seria: ¿se dice Croton, Crotona o Crotone, el lugar que alguna vez formó parte de la Magna Grecia y hoy es una provincia de Calabria, y donde debió emigrar Pitágoras, el filósofo y matemático griego famoso por su teorema, para huir de la tiranía de Polícrates? Ambas se equivocan, advierten con celo los especialistas de Nature. Otros casos revisten mayor entidad: el estudio comparativo asegura que en ambas enciclopedias existen imprecisiones respecto de la definición de los números transfinitos, que es notorio el empleo de un lenguaje obsoleto para referirse a la nomenclatura de los lípidos, que es errónea la nacionalidad que dan del sociólogo Manuel Castells. Cuatro errores serios encontró Nature en ambas enciclopedias. Y 123 inexactitudes en la Britannica contra 162 en Wikipedia.

DE LOS ENCYCLOPEDISTES AL NAVEGANTE ANONIMO

No parece casual que el modo en que se presenta al mundo la norteamericana Wikipedia –el despliegue del interés general con el propósito de llegar a todo el mundo— recuerde y honre los ideales que, hace más de dos siglos y medios, desplegaron los filósofos que fundaron la primera enciclopedia, también ella, de pretensiones universales. Los rasgos de la cultura francesa hasta principios del siglo XX, cuando Francia todavía creía en su misión universal –y su corolario: es posible convencer a todos los hombres sobre la tierra acerca de la verdad de un sistema de ideas–, fue retomado en el siglo XX por Estados Unidos, cuando se consolida, dejando atrás a Francia, como la civilización dominante (de allí incidentalmente su actual devoción normativa por exportar la democracia a sangre y fuego).

Si en la Edad Media, la Universidad de París pensaba por Europa, y la Iglesia de Roma debió reconocer la preeminencia intelectual francesa, el siglo XVII y XVIII francés reproduce un fenómeno similar: triunfaba la idea de una sociedad universal, y los franceses creyeron que podían estar entre los primeros en ejercer una influencia cultural. Después de todo, Francia promovió en el siglo XII el concepto de una cristiandad homogénea y más tarde la idea de una Europa unida, no por la fuerza de las legiones, sino por verdades unánimemente aceptadas. Parece inevitable que justamente en ese país haya surgido un proyecto como el de la célebre Encyclopédié. Fundada por Diderot y d’Alembert, había nacido con la pretensión de ilustrar a todos los seres humanos y cubrir todos los conocimientos humanos, en especial los de arte, oficios e historia de la filosofía: de las ciencias teóricas se ocupaba d’Alembert, de la literatura Marmontel. Los secundaban una multitud de colaboradores, entre los cuales se encontraban Montesquiuieu, Voltaire y el misántropo Jean-Jacques Rousseau, que fomentará luego en contra de esta verdadera revolución racional una revolución de corte sentimental. El espíritu general de la Encyclopédié fue el escepticismo en religión, y en filosofía las ideas de Locke, “del sabio Locke”, como lo llamaba Voltaire. En cuestiones de arte, la exactitud minuciosa, y en literatura, el clasicismo del Gran Siglo francés (es el espíritu enciclopédico lo que animará a los libéraux de 1830, enemigos del romanticismo). La influencia de la obra fue inmensa. Fundada en 1751 y prohibida por el Consejo del Rey el mismo año, fue autorizada a reaparecer de 1753 a 1759. Se la censuró nuevamente y retornó en 1765. El último volumen es de 1772 –son 980 libros repartidos en veintisiete volúmenes–. “A pesar de las desigualdades inevitables es este género de obras, es una de los más bellos esfuerzos del espíritu humano”, dijo hace más de un siglo el gran crítico literario Emile Faguet.

No faltaron en la historia de las enciclopedias modernas –una historia unida para siempre a los Philosophes de la Francia iluminista– pequeñas rencillas y odios épicos, pero pocas veces alcanzaron una controversia que deja absorto al lector, como la que gracias a Nature enfrentan dos enciclopedias de pesos y volúmenes tan distintos entre sí, pero con resultados tan escandalosamente parejos.

Sergio Di Nucci

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