Tuesday, March 06, 2007

Lo absolvieron de un robo, pero olvidaron dejarlo en libertad

David Bosca, un chico de 20 años (hoy, 22), fue acusado de robo y más tarde absuelto, pero los jueces que habían ordenado su detención se olvidaron de liberarlo y pasó ocho meses en la cárcel de Devoto por error. El caso llegó ahora al Consejo de la Magistratura, que juzgará la actuación de los jueces.

La abogada que el Estado le había nombrado a David jamás se reunió con él y no se dio cuenta de que seguía preso. Tampoco el personal penitenciario advirtió que el chico ya no debía estar allí. Mientras tanto, David vivía hacinado en un pabellón con unos 180 presos, donde había que pelear para conseguir un colchón y la comida escaseaba. En esos tiempos, su madre llegó a pensar incluso que él estaba muerto.

"Yo esperaba... ¿Qué iba a hacer? Nadie de los tribunales me venía a ver y no tenía plata para llamar -relató Bosca a LA NACION-. Al final, un preso que estudiaba para abogado me hizo la nota para el juez, movió los papeles y me sacaron."

Cuando el 25 de agosto de 2005 desde Devoto les preguntaron a los camaristas del Tribunal Oral de Menores N° 1, Marcelo Arias y Pablo Jantus, qué pensaban hacer con Bosca, se dieron cuenta de que se habían olvidado de ordenar su libertad (deberían haberlo hecho el 6 de diciembre de 2004, cuando lo absolvieron por los dos robos que se le imputaban) y elevaron una nota a la Cámara de Casación Penal, máximo tribunal del fuero, para informarle lo sucedido.

En su defensa, alegaron que tenían un exceso de trabajo. El mismo argumento esgrimen ahora ante el Consejo de la Magistratura, que los investiga por mal desempeño y en las próximas semanas deberá resolver si los somete a juicio político.

"Me imaginaba que se habían olvidado de mí, porque no podía ser que nadie me viniera a ver de los tribunales ni me explicara nada", dice Bosca, con más resignación que bronca, en el pequeño patio de la casa de Tortuguitas, donde vive, rodeado de perros, chapas y changuitos de supermercado.

Con 22 años, está desocupado. Para ganar unos pesos, todas las tardes toma el tren y sale "a cartonear" por Munro con los hijos de una familia amiga.

Ahora, Bosca vive con ellos y sólo vuelve a su casa del Barrio Santa Mónica, en la localidad de Grand Bourg, para visitar a su madre y a sus hermanos.

La nueva vida

"Acá no estamos bien. El plan no da para darles de comer a todos", dice Alicia, la mamá de Bosca, mientras Brian, uno de sus nietos, sonríe tímido enredado entre sus piernas.

Su ex marido, el padre de sus hijos, hace años que se fue con otra mujer y no aporta a la economía del hogar.

Alicia Zurdo tiene seis hijos y recibe 150 pesos por el Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados. Su casa, dos cuartos pequeños frente a un arroyo, está construida sobre un terreno fiscal. "Cristina conducción", reza un afiche raído, pegado en la fachada, una pared celeste a medio pintar.

"Supe que David estaba preso porque me avisó una vecina, que también tenía a su hijo en Devoto", recuerda. Con sus manos entrelazadas en actitud de rezo, dice: "Yo ya lo daba por muerto y desaparecido".

Prontuario

Bosca es muy flaco y, con 22 años, todavía parece un chico. En quinto grado dejó el colegio y, desde los 13, entró y salió varias veces de institutos de menores. Dos robos con armas blancas figuran en su prontuario.

Cuando llegó a la mayoría de edad, el Tribunal Oral de Menores a cargo de su caso debía resolver si lo absolvía o lo condenaba por estos hechos. Ya lo tenía preso a su disposición en la cárcel de Villa Devoto y, tal como lo recomendaron la defensora y el fiscal de la causa, el 6 de diciembre de 2004 los jueces decidieron absolverlo.

"Pasar las Fiestas de fin de año en la cárcel fue lo peor", recuerda Bosca, que sólo en agosto de 2005 dejó la prisión, después de que el llamado de la cárcel puso en evidencia el olvido.

Como recuerdo de su paso por la cárcel de Villa Devoto lleva una visible cicatriz en la frente. "Fue un palazo -explica-. Yo estaba en un pabellón «cachivache» [rebelde, según la jerga carcelaria]. Siempre le pegaban a algún pibe y después subían los vigilantes y nos corrían a todos."

Bosca, que es escueto en sus relatos, rememora esto como una aventura, casi como mandándose la parte por haber sobrevivido. En el mismo tono cuenta su partida de la cárcel.

"Cuando me vinieron a avisar que me iba pensé que no era cierto. Ellos [por los guardiacárceles] te hacen esas jodas. Pero esta vez era verdad -relata con una sonrisa-. Me dicen: «Dale, agarrá tus cosas, ¿o te querés quedar?». No agarré nada. Me fui directo, así como estaba."

Los jueces del Tribunal Oral de Menores N° 1 fueron denunciados ante la justicia penal por el caso Bosca. El abogado Enrique Piragini, de la Fundación Ariel, los acusó por privación ilegítima de la libertad, pero los magistrados resultaron sobreseídos a principios de este año.

Ahora, la conducta de Arias y Jantus volverá a ser juzgada por el Consejo de la Magistratura, y Bosca espera que los consejeros "hagan justicia". Pero sus prioridades son otras.

"Tener una buena vida"

"¿Qué quiero? Conseguir un trabajo y tener una buena vida", dice en forma sintética. Después, reflexiona y agrega: "Lo que me pasó a mí ya fue. Pero si pensás que debe haber una banda de pibes que están presos y no robaron, o que están por culpas de otros, te querés matar".

Como consecuencia del caso de David Bosca, se endurecieron las reglas para los abogados públicos. En septiembre del año último, la defensora general, Stella Maris Martínez, emitió una resolución en la que dispuso que los defensores deben visitar a sus presos al menos una vez por mes.

Paz Rodríguez Neil
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